jueves, 17 de enero de 2013

LAS MALVINAS


No combatí. Otros lo hicieron por mí.
Eso sí, andaba por la calle, yo era clase 61,
y sabía que podía llegar a mi casa
y encontrar a mi madre llorando
con una cédula del ejército en la mano.
Y cuando estaba en casa, si golpeaban la puerta, temía.
Eso fue lo máximo que sufrí. Otros sufrieron por mí.
Un año atrás había estado en el ejército
y sabía lo que eso significaba. Nadie que me lo cuente.
Armas de cincuenta años de antigüedad
y la peor de las combinaciones: soberbia e impericia.
Tuve vergüenza de sacar dentro de mí el alivio
que significó la rendición ante la desazón
de mis amigos, ellos no habían conocido el ejército.
Estábamos en el Falcon de mi viejo
escuchando radio, ellos llevaron
su cabeza al pecho, yo alcé mi frente al cielo.

Roberto D. Malatesta
Publicado en la revista Movimiento Internacional de Escritoras

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