martes, 22 de enero de 2013

EL HOMBRE QUE PORTABA EL HAMBRE


Por Juan V Gutiérrez Magallanes

      Un hombre con ansiedad  crónica, había perdido la razón de la fraternidad, sus pasos siempre se encontraban marcado en los textos de temas extraños, que se perdían en profundidades de citas de tiempos muy oscuros para la humanidad, caminaba con su libro  de portada descolorida por los efectos de la acidez del sudor de sus axilas, pregonaba con gesto de amargura el final para  los hombres que no practicaran la humildad, era un hombre de un hambre incontenible, que solía dar rienda suelta en las noches en que se satisfacía con el consumo de grandes porciones de cal con almidón de yuca; quedaba estático en entresueños escuchando su conciencia que le fragmentaba un poema de Jorge Luis Borges:

                                   Tú que arrojaste al círculo del horizonte abierto...
                             
                                   Tú que de tus pinares haces que surja el lobo
                                   y guiaste la mano de Jean Valjean al robo...

                                   Una de tus imágenes es aquel silencioso
                                   Dios que devora el orbe sin ira y sin reposo...

                                  su lecho es la vigilia y su pan es el hambre...

                                   Tú que entre el nacimiento del hombre y su agonía
                                   pides en la oración el pan de cada día...

                                   Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra
                                   borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.


      Si sabía que aquellos apartes, correspondían al poema “El Hambre” , lo cual le mortificaba , por la magnificencia que el poeta le brindaba a su estado de agonía.

      En los momentos en que no estaba anunciando el martirio de su nuevo pregón, quedaba en el silencio de su voces interiores, como él lo manifestaba en los espacios que tomaba cuando hacía  sus pláticas a los vendedores de agua, mototaxistas y pensionados del puerto de Cartagena.

      Muy a pesar de los estragos del hambre crónica que lo aquejaba, sabía sacar provecho de las etiquetas que el botánico de la esquina  de la casa, cercana a la suya, botaba después de usar los medicamentos que utilizaba para la fertilización de las plantas que cultivaba,  tomaba los nombres de las etiquetas y los pegaba en las paredes de frascos de vidrio, que encontraba en el basurero de la   calle “Por tu vida”, prefería recipientes transparentes, sin color, para poder dejar a la vista los nombre de los elementos que quería resaltar; todo lo anunciado quedaba fuera de la verdad, que él pregonaba, porque su misma constitución de hombre engendrado en el hambre y trastornado en su pensamiento lógico, lo llevaba a condiciones de vida que le hacían, ser un hombre de mucho temor escondido y de acciones cautelosas para sacar fácil provecho de la bondad de los demás seres.

      Las personas que se relacionaban con él, le llamaban “El Vidrio”, porque a través de él, los vecinos conocían  los trances de las vidas de sus seres más allegados, él vivía en permanente mascarada del payaso que causa conmiseración, solamente él conocía la trascendencia de sus pensamientos, aunque aparentemente había una confusión en su apreciación del concepto entre “Impostor” y “Pastor”, conocía en esencia sus caminos interiores, eran tantas las elucubraciones que se hacía, fundamentándose en que  podía conducir su rebaño por senderos escabrosos, que sabía embellecer con la facilidad de su elocuencia.

      Caminaba por extensos senderos pregonando el fin del mundo; retomando frases de Catón, cuando éste se dirigía al pueblo: “ Ciudadanos, no es empresa fácil hacer escuchar al estómago, que no tiene oídos.”Citaba proverbios que justificasen su acción taimada de  impostor, continuaba su oscura trayectoria, repartiendo bendiciones que canjeaba por mendrugos de pan para saciar el hambre que lo acosaba, muy a pesar de llevar los bolsillos llenos de monedas, reñía con la ansiedad de los perros de la calle, porque estos conocían sus intenciones de falso  pastor, además siempre generó en su temperamento el temor al perro, este arcano que parecía haber causado estragos en sus genes, sólo era conocido por el anciano de la Arcadia, ya que éste, “El Vidrio”, había sustraído el alimento de Can Cerbero, en las puertas del Hades. Lo que generó en él una paradoja de  eterna hambre .

Publicado en el periódico digital La Urraka Cartagana

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