A ti, manzana, reina del amor y de la
discordia,
quiero celebrarte y degustarte,
llenándome con tu nombre la boca
y el alma, comiéndote por dentro.
Dejando como única puerta de absceso
este corazón perfecto;
siempre eres nueva como nada o nadie,
con ese color rojo y apetecible
de fruta rica y madura.
Siempre recién caída del árbol,
con la tentación de la serpiente o sin ella,
pero siempre tentativa para hincarte el diente,
plena y pura, mejillas arreboladas de la aurora.
Hay tantos frutos tentadores en la huerta,
pero ninguno puede igualarte,
en dulzor y en provocativa:
Así Eva no pudo resignarse...
Ahí están las celulares uvas,
los mangos dorados tenebrosos,
los huesudos nísperos, las apetecibles
peras, con esa forma tan singular
como los pechos de las quince añeras...
Cuando mordemos tu redonda inocencia,
volvemos por un instante a ser otra vez
recién creadas criaturas del bien y del mal..
-Quizás todos conservemos algo de manzana-.
RAFAEL CHACÓN MARTEL
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