Calcé los zapatos de mis enemigos
para comprender la razón de su martirio...,
nunca sentí tanta lástima
juzgando unas cabezas tan cuadradas,
ni me sentí tan aburrido
ni entiendo aún, porqué me odiaban.
Busqué el amor..., y sigo perdido,
no soy dueño ni de mí mismo
y jamás he ganado nada
aunque cedo a la inocencia ingrata
que pensó que me había querido
al tanto que me abandonaba.
Me dejo ganar sin oponerme
porque el orgullo también me divierte
como todo aquello que desprecio...,
es la hipocresía que habita los celos
si no tiemen a nadie que los entierre,
pero es mi amor..., y es mi tormento.
Sigo contemplando..., y pienso
sin saber aún, que es lo que tengo
a esas infelices criaturas
que creen vivir libres de toda duda
y se piensan jueces de mis adverbios
aunque solo se les vea contentos
cuando tropiezo por mis ataduras
o sufro por mis denuedos
lejos de esa fe tan oscura
y espero, que lejos de ese cielo
al que aspiran sus mentes oscuras.
Luis Maria Saiz Laso
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