sábado, 23 de junio de 2018

CRISTÓBAL COLÓN: LA CRUZ


Cuatro veces fui y volví.
Le puse el pecho cuatro veces a la mar océana.
Pero hoy no alcanzo a cruzar esta habitación.
Soy una carcacha oxidada por la gota y la artritis.

He desertado.
Ya no soy el protagonista de esta aventura.
Colgué la máscara.
Ahora solo queda el mentiroso, el peleonero y el loco.
Que serví a un rey, para que solo me concediera el favor
de trasladarme de Segovia a Sevilla en una mula.
Ahora, enfrento la nada.

Escribano: mañana voy a morirme y no será noticia.
Se podrán contar con los dedos de una mano
los que asistirán a mi entierro.

Ahora, prepara el codicilo.
Apunta que me traje la papa, el rojo corazón de los tomates.

La gracia del pimiento. El embrujo del cacao.
Registra que les llevé “el aceite en botijuelas”.
Los paraísos de la roja risa del vino.
La nuez moscada, el jengibre, la canela y el cardamomo.

Anota que fui un acertijo que ni yo mismo pude resolver.
Que el destello del oro no me permitió ver la cifra.
Esa que clama por la barbarie, masacres, violaciones y esclavitud de siglos.
La cifra que traje con “la cruz, la espada y el gonococo”.
El número que se llevó como por encanto
cuanta especie de aves y animales.
La suma de eucaliptos, pinos y extraños árboles
que llevé para arruinar a aquella tierra.

Escribano: les di un nuevo color a su piel.
pero borré sus lenguas.
Ahí les dejó el castellano.
Él enhebrará sus fantasías, sus lugares,
su memoria, sus rutas, sus caminos,
su desastre.

Jaime Arturo Martínez 

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