Mis besos como candentes
chispas de fuego y de placer
empezaron a recorrer,
tu rostro, tus ojos,
tus labios, tu cuello,
y en tu pecho...
aparcando con gran deleite
se tornaron ambidiestros
y succionaron...
para continuar
bajando a la hirsuta arboleda
de tu cuerpo,
a la íntima humedad
de tus entrañas,
donde desataron
tus más eróticos deseos
de gozo y voluptuosidad.
Así me entrego
y te entregas…
en este éxtasis
de mutua satisfacción,
de nuestros cuerpos
y nuestras almas,
que nos lleva
a la ansiada
y orgásmica
conjunción.
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado
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