lunes, 13 de junio de 2016

NO ES PARA MÍ


No es para mí la esperanza, esa feliz idea de que algún día todo acabará, la creencia de que ya está próximo el cambio; la ingenua ilusión de que volverá a brotar la sonrisa de mis labios y huirán las lágrimas que jornada tras jornada humedecen mi rostro, esa tormenta cotidiana que me anega el alma en amargo llanto por una vida muerta, por una alegría hace ya demasiado tiempo finada.

Hace ya muchas lunas que los astros no me son favorables, que parecen haberse olvidado de mí y haberme abandonado a mi suerte; haberme dejado que me hunda en las oscuras tinieblas, privado de toda luz, de todo calor, de todo abrigo, sometido a los crueles azotes de una existencia insulsa, absurda, espectral, convertido apenas en un fantasma que a diario vaga por las calles sin rumbo, sin camino, guiado por la inercia del tiempo, desasosegado, como un mero autómata que repite maquinalmente su rutina, mientras las piezas que lo componen se desgastan y van muriendo lentamente, hasta que finalmente se detenga mi reloj, hasta que suene mi hora de escapar de este mundo me ha negado la dicha. Ya estoy cansado de buscar; sé que no hay salida, y que ya es demasiado tarde para huir de este destino que me han deparado las moiras; que es inútil cualquier intento de desafiar a los hados y modificar el curso de mi historia; que no hay modo de sanar las punzantes heridas que afligen a mi espíritu dolorido; que no volveré a hallar la paz mientras more en el reino de los vivos.

No es para mí ese beso furtivo, esa insinuante caricia llena de deseo, esa palabra de amor, ese maravilloso sentimiento. No es para mí ese embriagador aroma, ese perfume con el que sueño.

No es para mí esa mirada soñadora, llena de vida, ni esa sonrisa abrasadora que codician los dioses enamorados de unos encantos que me han sido vetados.

No es para mí ese pensamiento, ni el suspiro que lo acompaña, cuando aparece la persona deseada, aquélla que nos ilumina el alma y da sentido a nuestros días; aquélla por la que late con fuerza el corazón cuando su recuerdo acude a la memoria, o cuando su presencia pone fin a una larga espera.

No es para mí el sosiego, la calma tras el naufragio, pues no ha terminado ni va a hallar fin esta angustia. Nunca se secarán los océanos que incendian mis ojos y bañan mis mejillas.

No es para mí esa suave brisa que acaricia el cuerpo con un fino y agradable cosquilleo, sino fuertes y huracanados vientos que me llenan de zozobra y me golpean incesantes.

La vida no es para mí.

JAVIER GARCÍA SÁNCHEZ

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