Ódiame, despréciame,
no me quiera, olvídame,
con toda tu fuerza,
porque te amo.
Ódiame, habla de mí,
niégame, échame,
al olvido, como se amas,
con intensidad.
Como te amas,
fuertemente,
mi corazón
con los intentos,
y todos sus propósitos.
Ódiame, detéstame,
olvídame, pide mi destierro,
con tanta rabia y tanto odio,
que, si dejas de odiarme,
te haré falta.
Y empezarás,
a amarme, y recordarás
como nos amamos,
cuando es posible,
el amor entre nosotros,
sin celos, sin odios,
sin reproches.
Sin otra de por medio,
que por envidia, siempre,
ha querido separarnos,
hasta la vida.
Ódiame, ódiame,
intensamente,
como azota con furia,
a la tierra, la tormenta,
y se lleva, arrastra,
y despedaza todo,
el huracán.
Ódiame así, en grande,
sin piedad, hasta la muerte,
para que, derramándose,
todo el odio de tu corazón,
se limpie, y solo quede,
para mí y para siempre
el amor.
Rafael Pérez
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