Desde la lejanía profana de tu piel
y la inmensa cercanía de tu corazón
quiero que a tus oídos lleguen como dulce miel
estos versos que proclaman mi sinrazón.
Las torpes palabras de este orate
que por conseguir tu calor combate,
luchando contra el frío y desalmado destino
que nos hizo recorrer diferente camino.
Camino que almas no puede separar,
pues ellas se fundieron en aleación tan fuerte
que ni la tormenta más inclemente
las podría volver a alejar.
Sentimientos que fluyen con alegría
como cantarina agua de manantial,
cruzando de tu alma a la mía
y que va aumentado a cada paso su caudal.
Caudal que se hace inmenso
mientras el mar cruza buscando tu orilla,
hasta encontrar la paz de tu remanso
y tu risa de tierna chiquilla.
Esa contagiosa y blanca risa
que en mis labios pinta rauda la sonrisa
y que hace que en mi pecho salgan en borbotón
los alazanes que te esperaban con ilusión.
Ilusión de tenerte en mis brazos,
de pasear cogidos de la cintura,
de sorber tus labios a retazos,
de amarnos con dulzura y sin premura…
Isidoro Giménez
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