Es la calle más vacía y más llena,
de todo de nada…
sus aceras me vigilan.
Su triste recta me reconoce,
y todas sus aristas me han
visto pasar.
Guarda mis pasos y mi
sombra singular.
Es robusta y a veces magra.
Y los sauces… y los peros… y los pinos
murieron, secando su alma y su savia.
La calle, la calle once,
tiene caras que ya no conozco,
ni yo mismo me conozco.
Soy un extraño en sus portones,
en su cal, en su adobe,
de sus rejas sudorosas
y de las pétreas tejas
que atisban mis huellas.
Al albor, la niebla se posa
sobre su asfalto,
en el crepúsculo los haces de luz
como hilos dorados penetran
sus cristales.
Por sus recovecos di un beso,
una esquela y una flor.
En sus dinteles escondí penas,
escribí frases de amor.
Es la calle once
por donde voy y vengo
como las olas del mar.
Es el infinito dentro del finito.
ROBERTO HERNANDEZ ZABALA -COLOMBIA-
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