Aun conservo cuadernos de cristal, con mi historia tan frágil
que devuelve a mi memoria la locura, con ese talismán de oro
de mi único ojo que lee, ansiosamente lee, apuntes del mismo
libro, por su nombre ignorado y en notas mantenido en la ignorancia, que me acerca unas a otras esas palabras que se aman con deseo de misma lengua. Leídas hasta encontrarse en su lenguaje onanista de pasión incesante o deseable duda.
Cuadernos de tu tacto ambarino y ese currículo de momentos vividos que quedan para uno transparentes y fríos.
Porque no hay siempre ni mañana, solo notas de texto que tomamos de las cosas. Yo intento retener esas que pasan más deprisa que las otras. Yo intento conservarlas.
Por la ciudad vacía del episodio deambula esa gente que pasa y mira, sin leer, sin ver con sus cuadernos de cristal quebrados, llorantes como niños abandonados. Y tú, que sabes de que hablo, lloras de soledad ignorada en poesía de hermosas palabras voladoras que ves pasar como las nubes.
MIGUEL CAMUÑAS
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