Una lengua bífida me susurró al oído
palabras de traición
que nunca imaginé
y que me tomaron desprevenido.
No me dolió que te fueras con otro más joven
para compartir la complicidad del amor.
Mi piel endurecida por los años
pudo soportar el vacío de otra soledad
en esta ocasión, de la última de mis soledades.
Lo que me dolió profundamente
más que la deslealtad y el engaño
fue tu silencio… tu largo e insoportable silencio.
Por eso quise olvidarte, pero no supe cómo olvidarte.
Siento que el mundo se acaba para mí
mis cansadas alas ya no pueden elevarme al cielo
con el plomo de tu ausencia.
Soy un viejo cansado y gruñón, de lágrima fácil
al que apenas le quedan por dar
unos pocos pasos para completar su descenso de la colina.
Cuando miro hacia atrás
veo en la lejanía a mis dos pequeñas de la mano
alejándose hacia el sol del atardecer
y siento que son lo único limpio y bueno
que dejo en una vida malgastada
en trabajos y aventuras sin sentido.
Mi último pensamiento sigue siendo para ti.
Aun deseo olvidarte y no sé cómo olvidarte.
Alberto López
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