Querida Dama:
Aunque el tiempo no se detuvo, tu recuerdo quedó. De un tiempo, de un pasado que no pude pactar con el destino.
Él es implacable en su voraz paso por la vida. No se detiene. No se atiene. No escucha.. Fue más veloz que nosotros.
Siempre fuiste mi abrileña dama consciente en las primaveras de los senderos de tu jardín.
Estás hecha de talla de marfil. De perfil soñador y mirada caída que desnudas mi alma mientras yo observaba la tuya tras el corpiño tentador, de sueños húmedos e impredecibles, entregados en la sombra de los nogales al desahogo pasional que nos unió en un mágico momento donde transcurrían las nubes por sus cielos y por nuestros cuerpos.
Desde tu partida del andén en un gigante de hierro la noche cayó permanentemente en mí. Las lágrimas fueron diarias y mi corazón encogió por esa humedad de tristeza y melancolía. Mis paseos son tristes y casi inquietantes. Pienso permanente en ti. Ando desligado de la tierra, como deslizándome sobre ella.
No hay horizonte verde que ver si no estás presente. Nada puedo hacer salvo seguir llorando tu pérdida, esa tragedia humana que siempre decíamos que nunca nos pasará, hasta que pasó.
Siempre estarás en mi memoria.
Guillem de Senent
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