Una tarde a principios de verano
por brisa de la tarde, acariciados,
vacación iniciamos embarcados
escapando del tedio de lo urbano.
Se desliza el velero, suavemente,
las olas, mayestático surcando,
mansamente escorado, navegando,
siguiendo la derrota dulcemente.
Lanzamos por la popa, curricanes,
cuando el sol por ocaso declinaba
la charla relajada se animaba...
las cañas, engancharon dos atunes.
Bregando las capturas obtenidas,
sobre nosotros cayó la oscuridad
cenando, con una gran voracidad,
delicatessen, por Feli ofrecidas.
De la cena, ultimados los manjares,
gozando del crucero relajados...
en tertulia sumidos, encantados,
bruscamente encresparon nuestros mares.
El viento, que hasta entonces apacible,
se levanta hasta fuerte tramontana,
encrespando las olas, cual sultana,
con locura violenta de irascible.
Recibíamos la fuerte marejada
directa por costado de babor,
oscilando la escora, con pavor,
violencia de la mar atravesada.
Enano ante las fuerzas de natura
apaleado por el fuerte temporal,
creyendo vivir, principio del final,
confías el buen salir de la aventura.
Dimos rumbo de derrota al Rafaela,
recibiendo las olas... de corrida,
con la mar arbolada recibida
por la aleta, con un pico de vela.
Larga noche pasamos angustiados,
a merced de la mar embravecida,
juguetes en la cresta enfurecida,
temerosos, a la par que confiados.
Los embates por barco recibidos
hicieron en despensa sus estragos
los enseres sufrieron malos tragos
con sandias y las viandas esparcidos.
Después de catorce horas sometidos
molidos por Mare Nostrum, cambiante
el puerto de Mallorca, emocionante,
nos brindó los reposos merecidos.
Jose Salas -Barcelona-
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