Una sola palabra no pronuncies
en condena de un hombre, cuando ignores
si sus manos están o no manchadas
con perfidia o maldad en sus acciones.
¿Quién escruta los íntimos repliegues
que se esconden en todo corazón?
Apariencias ligeras no te arrastren
hacia juicios carentes de razón.
Pesa, mide, calcula tus palabras
cuando tengas a un hombre que juzgar,
y si puedes, perdona cuanto puedas
porque es duro, muy duro condenar.
No levantes las manos iracundas,
sino tiéndelas siempre comprensivas:
es más grande el perdón que la venganza,
es más grande el amor que la justicia.
JOSÉ LUIS DE ZAN
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