Lejos de la comarca, en busca de su destino,
viaja siempre meditando, solitario el peregrino,
con ilusiones frustradas, saca provecho a la noche
y conversa con la luna… de sus días de derroche.
De sus noches placenteras, se las recuerda a la luna
cuando en brazos hechiceros, amaba como a ninguna
a la mujer más hermosa, que en tierna y fugaz pasión,
se entregó en cuerpo y alma, sin ninguna condición.
La noche luce perfecta… y la luna en su vereda
le reclama al peregrino, de la entrega de su Elena,
y molesta le menciona, del evidente abandono
de la Elena y del chiquillo, que lo cría el mayordomo.
El peregrino apenado, no sabe que contestar,
ya no contempla la luna… siente tristeza y dolor
Con sus penas y amarguras… en su triste trajinar,
viaja un lobo solitario, con dilemas por contar.
DARWIN I. FLORES VARELA
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