Cansado, el sol, desciende en el ocaso,
ávido de sosiego; en su flaqueza
te cede la tiniebla, y así empieza
tu reino astral de suavidad de raso.
Fuiste mujer, y quien te sale al paso
subestima la cálida belleza
velada en ti, tildando la tibieza
de tu luz, mansa y tenue, de fracaso.
Mágicas son las noches por ti sola;
no es a la sombra, es a tu luz que inmola
su integridad la que deviene amante.
Y a veces, sonrojada, te deslizas
tras visillos de nubes, y agonizas
por ser tú quien se rinde en tal instante.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -In memoriam-
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