Vieja CatedralBrazos de piedra que, horadando altura,
pretenden arrancarle a Dios sus dones;
inmóviles, absortas oraciones
que la marcha del tiempo no apresura.
Lanzas de centinela en noche oscura,
de día, al sol, pareja de leones,
en defensa de axiomas y visiones
de una fe que aún durmiéndose perdura.
Se han perdido compás, plomada, escoplo,
y hasta el viento llevó en furtivo soplo
los nombres de arquitectos y canteros.
Mas queda este perfil inalterable,
exuberante pluma, erguido sable
de sobrios monjes, rígidos guerreros.
FRANCISCO ALVAREZ HIDALGO-Los Angeles-
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