Ámalo, muchacho Eso es, así, despacio, suavemente. Acaríciame como si fuese la última vez que lo hicieses. Disfruta cada momento. Pasa tus dedos por mi cuerpo, recorriéndolo completamente, indagando en sus resquicios y concavidades, en sus huecos y sus aristas.
¡Disfruta, muchacho! Así, gózame como nunca. Soy de tu propiedad, para siempre, para que hagas conmigo lo que quieras. Eso es, extasíate con mi contacto, toca mi piel y reconoce el tacto.
Ahora, ahora agárrame con fuerza. Que tu pulso no tiemble. Así, ¡muy bien, muchacho! Ahora, ahora, apunta firme y seguro... y dispara.
¡Es un auténtico placer ser un fusil amado por su dueño!
Francisco J. Segovia -Granada-
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