jueves, 15 de diciembre de 2011

ARTÍCULO

La Poesía está en la calle.

Por Apuleyo Soto Pajares. España

Cada día que pasa la poesía está más en la calle, donde anduvo siempre
trastabillando desde sus orígenes homéricos hasta el Romanticismo, en el que
se impuso el yo lírico o íntimo sobre el yo narrativo épico, que es el
representante de la comunidad social.
Los primeros poetas orales y gráficos recogían el sentir y el heroico hacer de
sus más bravos hombres, y así transmitieron sus hazañas a la posteridad.
Parece que ahora también les toca una oportunidad semejante en la que
formalizar el mensaje hodierno –y eterno- a las generaciones venideras.
Felizmente, la poesía es la p. que mejor se deja seducir; se entrega desnuda al
cantautor para que los pueblos sigan gozando de su belleza. No hay vida
sublime sin creadores sublimes que la cuenten y nos inciten a su imitación.
Éste es el momento.
De pura, nada; la poesía verdadera se impregna de terrosidad; se adhiere a las
excrecencias cósmicas naturales, reside en el suelo aturullado de las
manifestaciones públicas, se expande en el ambiente oficinesco lo mismo que
en el ecológico rural; canta las coplas del barquero a aquel que las quiera oír.
Si antes se probaba con los clásicos (Manrique, Juan de la Cruz, Lope,
Machado…), ahora se extiende la composición musical a los modernos, y el
ejemplo vivo y ciudadano en nuestro país es Luis Alberto de Cuenca, que aúna
clasicismo y ruptura, realidad y novedad, con poemas de la calle y de la vida,
es decir, de la calle vivida en toda su extensión y profundidad, más que solo
leída como una tableta jeroglífica, como una antigualla para uso y beneficio de
anticuarios ensimismados.
No, la poesía no es sólo corazón, sino que se derrama por todas las vísceras
del hombre y de la mujer, de las que nace y se alimenta, devolviéndose como
un eructo volcánico quemador y sanador a la sociedad que la engendra.

Publicado por la revista Oriflama nº 19

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