jueves, 7 de julio de 2016

LA BORRIQUILLA


¡Cómo quería a su borriquilla!
¡Cuánto la quería! Si hasta sembró en la güerta alfalfa pà ella.
Si volvía su borriquita cargá, el cogía un saco p´ aligerarla de peso.
¡Ay!, su borriquilla, que una vez iba a ará y me dijo a mí: anda, chacha, engánchate
con la borriquilla.
Mujé si hasta se quedó una noche con ella porque estaba malita.
Y aquella vez que se empeñó en hacer una casita pà él y el animalito, pà está juntos.
Y se lo advertí yo: no vais a tener hueco pà los dos. Así fue. Si llovía al animalito
lo resguardaba de la lluvia. Y mira tú por donde un día que cayó agua to el día y se tendió,
entonces se dio cuenta de que no cogían los dos. Eso que han murmurao las malas lenguas,
te digo que son enreos y mentiras. Aquella vez, estaba él poniéndole las aguaderas, resultó
que estaba poniéndoselas por detrás, y, mira tú por dónde, se le rompió la hebilla del
cinturón y se le cayeron los pantalones.
Una cosa es querer a los animales, figúrate cómo era, que un día yo le dije: “quieres
más a la borriquilla que a mí”.
¿Sabes lo que me respondió?
Si la burra supiera cocinar, veríamos.

Manuel García Centeno (Paracuellos del Jarama, Madrid)
Publicado en la revista Aldaba 30

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