Mis hijos no tienen manos
Ni ojos, ni cuerpo, ni labios.
Mis hijos son...
¡Un manojo de rosas!
Rosas cuyos pétalos de sangre.
Ocultan rostros de desnudas calaveras.
Rosas que sonríen
Con dientes de leche y tierra.
Rosas cuyos tallos,
Son un manojo de venas tiernas.
Rosas que ocultan bajo su pecho,
Un corazón devorado por las hormigas del silencio.
Sus uñas son las raíces que levantan la piel de los luceros muertos.
Y su piel es un campo donde pastan los ciervos del aire.
Y por donde fluye el río de los tiempos.
Mis hijos no tienen huesos.
Ni boca, ni uñas, ni sangre.
Mis hijos son....
¡¡Semillas esparcidas por el valle!!
Semillas cuyo germen oculta en su interior,
el corazón diminuto de la muerte.
Con el latido entre cortado de la media noche convertida en golondrina
Y el pulso invisible del mordisco de una hormiga.
¡Porque mis hijos son un rosal!
Un rosal que será regado con las lágrimas de los gorriones.
Un rosal cuyas raíces se clavan en la tierra
Como manecillas de relojes.
Un extenso rosal de infinitas pecas y lunares.
Que crecen el jardín de los tiempos.
Jardín. Donde los poetas sonríen mostrando el colibrí de oro
que oculta entre los dientes.
Y en donde yo...¡Su madre!
Madre fecundada por la ceniza y por la tierra seca.
Di a luz... ¡Un rosal!
Un rosal que llora las noches de luna negra.
Debora Pol.
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