Si fuérame dado remontar el río
de aquellos años pasados,
y reconquistara mi feliz infancia,
y con la ignorancia perdida para ser
de nuevo, la frente limpia y bárbara del niño.
Volverme a ilusionar con el rústico nido
del ruiseñor en la zarza
y el majestuoso nido del águila,
oyendo el ronroneo de la corriente del agua.
Y el incipiente pétalo de la orquídea
la llorosa y pulcra infancia,
que deja el baño matutino para secarse al sol.
Entonces, con instinto de animal pequeño
me subiría a la copa de un árbol;
¿para interrogarme, si la naturaleza
aún es querida como la amaba yo?
Si aquellos colores otoñales que quedaron
tatuados en mi retina, hasta el agua
inmanente de tu pozo, o hasta el penacho
tornadizo y frágil de los naranjos en flor...
Yo sintiéndome muy bien en la romántica
rivera de tu río y en la limpia
fragancia de tus bosques,
-te diría quererte más allá
de todos los horizontes lejanos-.
RAFAEL CHACÓN MARTEL
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