A ti, así te implora el hombre del campo de esa tierra "roja"
cae lluvia mía, tres días y sus tres noches, ¡lluvia mía!
cae sobre los ojos de los hombres del campo,
sobre los labradores, sobre los pastores,
sobre los ojos de todos los desgraciados del campo.
Cae sobre las calles de este pueblo serrano,
sobre estas tierras resecas -estos "coloraos"-
estos bíblicos olivos de troncos retorcidos,
estos míseros sembrados...
Cae para sentir fresca la mañana,
cae para que vuelvan a sonreír los ríos;
para que yo pueda recordar con alegría mi tierra,
hoy que vivo en otra tierra, donde la lluvia no es cicatera.
Cae para limpiar el aire oscuro detrás de cada puerta,
para limpiar las nubes de mis ojos;
aquí te espero sobre esta piedra,
mirando esa tierra "roja" tan reseca.
Por allá asoman sus flacos rostros de pastores y ganado,
a la aurora vuelven a despertar sus ojos;
seres que del sol vienen huyendo despavoridos,
seres que acogen a la lluvia como a sus hijos...
Cae y húndete en la piel de cada animal y cada cosa,
pero cae en los bosques de pardas encinas
y resecos pinos, y humedece el rostro del pobre campesino,
cada aceitunero, cada animal vivo.
¡¡Cae por ellos y por mí, lluvia mía!!.
RAFAEL CHACÓN MARTEL
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