Alineados los robles como a niños los plantaron
y fueron carne de hacha de los leñadores,
como a ilusión de los pobres
como a lágrima de los niños de la calle.
A nadie duele la madera transformada en lujoso
armario
y a mí me duele la vida goteando sangre a diario.
No doy suficiente motivo a la condena a cuanto
escribo
y por entre hojas de eucaliptos va pasando el viento
susurrando delirios:
ay, mis árboles medicinales.
Del Libro En las cartas que leía la Bruja de
OMÍLCAR CRUZ RESTREPO
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