Es como un libro con nombre,
una fuente inagotable de
sentires y palabras,
renace como el sol cotidiano
invitando a sonreír, sus ojos,
brillantes luceros y
sus ganas de vivir.
Imaginarte, dulcemente tierno
niño al dormir, entregado,
confiado en tu sentir,
hombre en la alborada que pinta
colores y en tus venas el fuego de
esa pasión anhelada.
Fuente inagotable, irreverente,
respirando mesura,
¿dónde tus besos brujos y tu mirar
que desnuda?,
hondonada desconocida,
esta ruta inevitable, urgida,
que sabe de nosotros.
Eres vida de piel y alma,
alquimia eterna de pasión
donde me encuentro,
ánfora donde reposa
nuestro tiempo,
que no precisa urgencias.
Eres ése que se espera,
tiempo que duerme en el tiempo,
cuando hombres y mujeres
coincidían sin palabras,
desde el principio, cuando
los astros se pertenecían.
Diana Portillo -El Salvador-
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