Amanecí otra vez
entre tus brazos
y me hablabas al oído,
con una voz muy
tenue y dulce.
Mi alma se encontraba
dormida y tú viniste
a despertarla.
Me decías que me
amabas que eras
la mujer que esperabas.
Y yo no cuestionaba,
porque sabía que
eras el regalo que
llegaría a mí y que
estaba lista a recibir,
han sido siglos
que te pertenezco a ti.
Y es tanta nuestra conexión
que hasta en sueños,
me tienes contigo.
Eres mi mágico espejo
y yo me reflejo con la
luz de tu mirar.
Puedo apreciar tu
sombra con tanta
claridad, porque
te encuentras
dentro de mi ser.
Nuestras miradas
hablan y llegamos a
desnudarnos,
desde el corazón
y nos fusionamos
divino amor.
En esta relación,
reina la intimidad,
complicidad,
transparencia,
respecto y
comunicación.
Y cuando medito,
puedo conectarme,
aún más contigo
y te alimento,
desde mi interior,
mi eterno amor.
Nuestra alma, ser
y corazón,
se encuentran en
sincronización.
F. Janeth Elizarraraz O.
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