Ya no siento
mariposas en mi centro,
volaron bajo cielos
más benignos
o tal vez no lo noté
y se emanciparon
de este tonto corazón
que ya no me obedece,
aunque trate de acunarlo
en algún viejo relato,
de dulzor almibarado
que compré por diez centavos.
Es que el pecho enardecido
no es el mismo
y se ha cansado,
de juntar sus partes en cenizas,
hoy volando
sobre tantos remolinos,
que en los años
se fueron jalonando uno a uno
con cada nueva vela derramada.
No importa;
igualmente iré soplando cuesta arriba,
las pelusas de los breves aleteos
que esas viejas amigas me dejaron
y la vida me puso por delante,
pidiendo esperanzado tres deseos
esperando aterrizar en algún prado,
donde pueda encontrarlas nuevamente.
José Luis Gareis -Argentina-
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