lunes, 11 de junio de 2018

LA JIBARITA


 (Fragmento del artículo de 1916 La Jibarita)

     Viste mal, come mal, vive mal. Cuatro tablas de palma de un techo de yagua o de paja la resguardan malamente del sol, del viento. Es humilde, sencilla, callada, doliente. Madruga mucho, y, desde que se levanta hasta que se acuesta, hace un sin fin de cosas: monda guineos; va al batatal y escarba con su mocho y saca unas batatas, tuesta y muele café, lava un montón de ropa, espanta las gallinas para que no se metan en la tala, trae del monte un manojo de leña y calienta y prepara el fogón; barre, remienda, friega, le tira unas cáscaras al lechón, y duerme al nene. Pero tanto bregar no le impide componerse un poquito ante el pedazo de vidrio o del latón que le sirve de espejo, y prenderse un clavel en el pelo, y asomarse a la puerta del rancho cada vez que taconea un caballo o resuena una copla en el camino.
     ¡Oh jibarita ingenua y susurrante, rosa pálida y triste que embelleces como un rayo de luna las lomas y los llanos y barrancos de Jauca, de Collores, de Jayuya, de Coabey arriba! Tu no usas abalorios, ni sabes de modas, ni te contoneas gentilmente al andar. Tu habla es rústica y tímida, y torpe tu ademán, y dura y hasta callosa tu mano hacendosa que hincha los calabazos y blande el mocho y raspa, en la cosecha, la vara de café. Pero yo te digo, ¡oh amable mujercita de los ojos tan negros en la cara tan pálida! Que mi primer temblor de enamorado me lo inspiró la curva melodiosa de tu seno, y mi primera embriaguez me la dio a conocer el aroma de tu cuerpo cuando bailé contigo y enloquecí de gozo mirándote los ojos y adorando tu boca en la flama de un villarán. Y luego, y siempre,  cuando andando el tiempo te he encontrado lavando tus trapitos y asociando tu copla al mugido del río, otra vez y otra vez el aroma de égloga de tu vida sincera, callada y humilde y de tu cuerpo hermano del café, de la guaba, del guamá y del plátano, me ha sahumado el alma y me ha dado nostalgia de aquel temblor de enamorado que me sacudió todo, cuando bailé contigo en la flama de un villarán, y me quemé en tus ojos, y enloquecí de gula mirándote la boca...

Publicado en el blog nemesiorcanales
Compartido por Osvaldo Rivera

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