Escuchad... escuchad, el silencio de la noche, lo sientes, lo palpa, oyes el tañir de las campanas allá a lo lejos, colgadas en el silencio, en la lejana torre de la iglesia,
Tilan, tilan, la golpean los esquiles... ella tañe ella llora, se lleva la juventud marcando las horas,
Escuchad, escuchad el yunque de acero tilan tilan, cómo golpea, robándonos el tiempo sentenciando el alma a perder el cuerpo que hoy la resguarda, cada campanada es un castigo a este pecho abrumado con severas quejas.
nunca cesa mi alma pensativa al extraviarse entre campos de bellas flores, y riachuelos de aguas transparente de aguas frescas,
En los brillantes campos de la Fortuna, en los días mejores cuándo la esperanza era joven, y mi corazón una tea ardiente que solo la apaciguaba las vibrantes carnes de una dama, me entregaba a los albures del placer, entre gemidos y caricias entre duelos y batallas, todo era belleza, hasta que a lo lejos escuchaba el tañir de las campanas.
Tilan tilan...
¡Demonios de la Venganza decid!
¿es la vacilante voz de la piedad,
O es aquel húmedo horror el propósito del alma?
Que se asusta y se atormenta al oír el tiempo que pasa,
dejad que el seno frío que nunca supo de una caricia o un beso se hiergue como una montaña, y que los bese el viento y la brisa que pasa,
De la ternura súbita y generosa del tiempo la condeno.
A la piedad a mezclarse con la hiel de la burla y condene este corazón que sangra, con amor de abandono a seguir oyendo el tañir de las campanas, y contabilizar el tiempo que raudo se marcha,
El día, que este pálido y yerto cuerpo esté cubierto en la mortaja... las oiré; por última vez diciéndome adiós de este mundo, donde ellas tañen a lo lejos... y yo, me voy a la tierra a dormir mi sueño eterno.
Albaro Ballesteros -Colombia-
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