Se reduce con el tiempo,
es el mundo maquetando,
armándose de pequeñeces.
Eso nos hace ver impresionantes,
robustos,
perezosos,
ancianos.
El mundo se despliega a su interior,
un balde fue una picina,
un año atrás, un mar,
minutos antes, un océano.
¿Cuando la memoria era intangible?
El útero fue un universo.
de ahí...
de ahí todo tiende al acto jibaro.
La inmensidad donde corrí
décadas infinitas de niñez,
es una pequeña casa
que pronto nevará,
en su esfera de cristal.
Los baldíos impenetrables, como selvas,
como labios sellados por la aventura,
son hoy reductos donde se amotina el progreso,
filas indefensas de columnas,
obreros trapecistas del futuro.
Pero nada como las manos
de gigante, las alas de hada
o los ojos de mi abuela,
grava bajo la grava
tierra bajo la madera.
Nada como darle la vuelta
en una tarde entera,
nada como saberla interminable.
El mundo tiende al recinto,
al apartado de un par de cuadras,
de donde huyen, fantasiosos, los turistas.
El mundo tiende a lo predecible,
al tic de vida segundero,
al TOC a punto de la muerte.
Sebastián Sastre
No hay comentarios:
Publicar un comentario