Ayer llovieron de sus ojos
las nieves derretidas de su alma,
dejando surcos de rosada piel
sobre las tímidas mejillas,
ayer, la rosa dejó caer un pétalo,
la luna no se ocultó al día,
las estrellas manaron de su boca,
y los ríos detuvieron su caudal,
ayer, como otro día cualquiera,
se escuchó el trino del gorrión,
y las olas de un mar en calma
rugieron suavemente en la roca,
ayer, fue igual que el primer día,
ese día en que el café se enfrió
sobre la barra de un bar perdido,
mientras miraba a sus infiernos,
ayer, se rompió la barrera del silencio
bajo un viejo roble centenario,
en el que hablaron los besos
y las caricias de los enamorados,
ayer, ardió el campo de sus trigos,
y el viento propagó las llamas
hasta recorrer todas las praderas
de sus incesantes fuegos,
ayer, fue la eternidad de un todo
donde el instante quedó varado
en un fotograma de la mirada,
sobre un papel de viejas formas,
ayer, es hoy, y hoy
es un principio eterno
en un beso de nieve derretida
en el silencio del espejo.
Angel L. Alonso
No hay comentarios:
Publicar un comentario