domingo, 10 de junio de 2018

ARABESCOS


Antes de ser caja de silencios,
parloteo desesperadamente
contra mis costillas.
Por sus intersticios
salen palabras a besar el mar
en que tu ombligo gira un ciclón de concupiscencia.
Entonces nuestros cuerpos en trance
se rinden a tanta muerte impía
que les roe carnes.

En realidad, ¿qué es amarse?,
sino apretar estas dos nadas que somos,
sus breves inmediaciones,
contra las inclemencias del tiempo.

Crujen muelles de la sufrida cama
Redoblan fáticas en las paredes del cuarto
esas vulgaridades que sólo se dicen en estado de gracia.
Sé que estoy crucificado a mis límites,
por eso me lanzo hacia tus precipicios,
indiferente al riesgo que implica morderte
asumiéndote fruta venenosa.

Antes de ser caja de silencios,
soy bandada aleatoria de palabras,
aves revoloteantes
que nutro con sangre del corazón
para que salgan a nombrarte
a significarte sin margen de error.

Esta noche voy a pedirle a Dios
que nuestras imantaciones
tengan ecos en las paredes de la infinitud.
Es bueno mojarse en excentricidades cuánticas,
pero no hay mayor misterio
que el que nos tiene atados,
como a San Dimas,
a la pata de la perdición.

Antes de ser caja de silencios
exprimo toda la sed que tengo
de caer aguacero
sobre el mar en que tu ombligo gira un ciclón de concupiscencia.
Entonces nuestros cuerpos en trance
se rinden a tanta muerte impía
que les roe las carnes.

En realidad, ¿qué es amarse?,
sino apretar estas dos nadas que somos,
sus breves inmediaciones,
contra las inclemencias del tiempo.

Jorge García de la Fe

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