Ese hombre del violín que escribe sus poemas
con pluma de gallina de la guinea,
que derrama su tinta como la vena firme de una canción,
y la lanza a la brisa de la mañana para saludar a su amada.
Va celándola dulce con los ojos cerrados
y abiertas las puertas de su alma,
todos son suspiros de anhelo como diminutas
gotas de rocío que se escapan de sus entrañas.
Son como flores silvestres en las laderas de la montaña
en los cuerpos flagrantes de su violín músico,
aún con pétalos y aromas de rosas silvestres en las mañanas,
con rocío y dulcemente soleadas.
Un violín en las manos de un poeta romántico
es la voz de una fuente con viento;
a la que brizan ásperos y dulcísimos soplos,
lo sabe bien quien lo acaricia y lo siente temblando.
Mientras que una mano empuja hacia el cielo sus cuerdas
y la otra recorre su cuerpo como el de una mozuela;
el campo; huele a nardo en noches de luna llena,
y deja entre los enamorados la pureza y su esencia.
Tan delgado y ligero como fueron las ninfas
cantarinas y sinuosas, como azules sirenas;
es el sonido preferido de la primavera alegre,
es lo que regala el violín en las manos del poeta...
RAFAEL CHACÓN MARTEL
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