A Miguel Hernández
Trozos de cárcel y pueblo,
filos de reja y espada...
¡Cuánto es el luto del hierro
tras las paredes de España!
Uno es el santo: lo negro;
una es la seña: la patria.
Dos es la sangre del pueblo,
tres es el pueblo que sangra.
¡Qué vas a hacer, compañero,
sino llorar por España!
Llora, Miguel, llora versos,
porque los versos son armas;
porque las armas... ¡Secreto!
¡Que no lo sepa el que manda!
¡Cuánta razón es un preso
que hasta la muerte lo callan!
¿Hasta la muerte? Ya muerto
van a ponerte una guardia.
¡Ojo al cajón, carcelero!
¡Ojo al cajón de las almas!
- ¡Alto a las sombras! ¿Quién vive?
- Un pelotón de palabras.
- Digan el santo.
- Lo eterno.
- Digan la seña.
- ¿No basta?
Leva, Levante, los vientos:
luto, cuchillo y espada.
Toro de amor, alza el cuello;
plántale al tigre la cara.
Del libro Mitad de amor, dos cuartos de querencias de
Mariano Estrada
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