1
Perseguiré tu sombra.
Vagaré por ahí, por los suburbios
inhóspitos del desconsuelo.
Oleré tus perfumes
en la espesura íntima
de los escombros, esas
flores depositadas
en los fermentos
finales de la noche.
Hundiré mis pupilas
en los ojos inconsolables
de los perros abandonados,
en la respiración convulsa
de algún sueño abatido.
Miraré en el reverso
de las caricaturas,
en las formas clonadas
de la ensimismación
y de la indiferencia,
en los rostros desfigurados
por el agua afligida de las lágrimas.
2
Urgido por un séquito
de arañas impacientes,
me desespero y dudo,
pero quizás te encuentre aún
entre los pliegues
inciertos de la duda.
¿Por qué desvanecerse en una sombra
larga que no es del todo negra?
Resiste, corazón, hasta que el alba.
desactive los vérigos
de esta feroz melancolía…
Aspira la verdad en esta hora
en que la luz desconfigura
los sucios contubernios de la noche.
¿No los ves esconderse en las conciencias?
3
Ceniza, claridad y frío.
Amanecer intrépido de plomo.
Rayos de sol, agujas aceradas.
Dolor de realidad, dolor de luz
que pone al descubierto la existencia.
¿Existes de verdad, o tal vez eres
insidiosa pasión imaginada?
Te llamo a gritos, no respondes.
Sacudo el corazón,
tampoco te presiento.
Se me agrieta la fe.
Me resquebrajo, sangro, me diluyo…
Y veo. Veo finalmente…
Sé que jamás te encontraré,
aunque te fundas con mis ojos
en este caminar hacia el olvido.
Del libro Gotas de hielo de
Mariano Estrada
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