Muevo la cabeza con el fin de espantar el futuro.
No quiero saber.
Me concentro en esta herencia que viaja por mi boca.
Que infla mis narices para hallar el canto de los peces,
que convoca canoas, cayucos y piraguas.
Por ahora sólo es eso a lo que atiendo.
Lo que eyacularon en este latido
que sale al encuentro de su sombra.
Lo que dejaron caer como una dádiva o un escupitajo
desde alguna nebulosa.
Si.
Muevo la cabeza para medir el agobio de mis espaldas.
La paciencia del comején. La insolencia y la algarabía.
El jugo del tabaco. Las entrañas de la hamaca.
Las semillas apeñuscadas de la guayaba.
La iridiscencia del zunzún.
El parto del huracán.
Si.
Te diré que siempre estoy en guardia.
Aunque este “país de aguas” se apacienta solo.
Por ahora, todos aquí palpan los aromas.
Perciben el susurro de los colores.
Ven flotar las palabras desordenadas por las borrascas.
Si.
Muevo la cabeza de un extremo al otro.
Siento que me sobra espacio para estirar el pescuezo.
Puedo recoger cada tum tum de los tambores.
Esos que serán escombros de taínos y caribes.
Cenizas de donde resucitarán erizados
para apabullar el silencio.
Jaime Arturo Martínez Salgado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario