No aflorará en las urbes ni en los páramos
ninguna luminaria mientras lleve
prendido este rosario de cadenas
con todos mis errores, con la inquieta
pulsión de los placeres materiales
atusando mi piel.
Todo es ceniza,
pues ardí, impenitente, en lo terreno.
No atisbo el horizonte, solo el revuelo ávido
de un río vertical y vibrante que amaga
con descargar su ira.
Del libro Consumación de lo eterno de
CARLOS VAQUERIZO -Sevilla-
Publicad en Luz cultural
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