Cuantas veces te has dejado cubrir
por la sombra cruel del egocentrismo,
al marcar tu camino espiritual y físico
con la envidia de que todos siempre
pongan la atención en ti.
Desde que naces,
siempre exiges la atención de tus padres,
articulando gestos o haciendo monerías,
acaparando las miradas de aquellos
que te ven tan pequeño.
A medida que creces,
a pesar de saber que existen otras personas,
siendo egoísta pretendes
que el mundo es para ti solo,
porque no valoras
ya que estás sumergido en el amor
que te profesas a ti mismo.
Toma conciencia,
por la falta de generosidad de tu personalidad,
rechaza esa nube gris que te rodea,
libérate, aprende amar,
ayuda a los demás.
Aparta de tus sentimientos
esos intereses propios,
recuerda que la opinión
de los demás también es importante,
no te vuelvas ese extraño ser
insaciable de halagos,
apaga esos delirios de grandeza.
Aunque vives en un incierto azahar
con gran osadía en tu mente acomplejada,
en tu ceguera espiritual,
buscando el verdadero valor del amor
porque no escuchas sino tu ego personal.
Aunque mires con ternura
tratando de buscar la esencia de la dulzura,
con labios sensuales de rara textura
regando besos con pasión irreverente
convertidos en sueños ardientes de placer.
No dejes que se te nuble el horizonte,
con ese brillo que enceguece el alma,
como un fantasma por la absurda manera de ser
ciego y sordo por tu desesperante
aptitud de egocentrismo.
Anna A Mendoza G. ( Colombia) y
Alberto Camargo (Colombia).
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