SILENCIO ROTO
Y en ese silencio...
¡Silencio de la tarde!
Cuando todo se calla,
se vuelve más lento
y nos envuelve,
entre un viento
que abraza muy fuerte,
queriendo quedarse,
aferrado a nosotros.
En ese momento,
las golondrinas...
cruzan el cielo,
van y vienen,
chillando, trisando.
Y rompiendo,
brutalmente,
ese sosegado
silencio, armónico.
Que ahora destruye,
el ladrido agudo
de un perro lejano.
Y de nuevo, otra vez
regresa el silencio.
ALMOHADA
Húmeda la almohada
de soledad adolescente.
Húmeda la almohada
de soledad de madurez.
Húmeda la almohada
de soledad de ancianidad.
¿Cuándo dejaremos
de llorar la vida
y tendremos tiempo
de vivirla en plenitud?
¡Solo tenemos una!
Tan solo hay que llorar
cuando los ojos se cierran
y dejamos de ver
el regalo de la vida.
¡Solo entonces!
Y ahí ya no hay lágrimas
ni almohadas
para retenerlas
en la oscuridad
de una noche triste,
sin la esperanza
del amanecer...
Que siempre espera
al girar la esquina
de una noche que se va.
G.A.Bécquer
Vuelan las golondrinas,
al otro lado del cristal.
La ventana cerrada
deja ver su vuelo
y sus evoluciones.
Caprichosas giran,
reaparecen en el cielo.
Unos humildes geranios
parecen atraer su atención.
Se acercan más y más
a la pequeña ventana...
Desde donde las veo,
aún en mi lecho
en esta mañana luminosa
de domingo primaveral
Donde releo...
"Volveran las oscuras..."
Y las veo regresar,
evolucionar, subir,
bajar, volver, una vez más.
Y al final... ¡Marchar!
Pero mañana sin faltar.
Volverán. Tal vez antes,
esta tarde, al caer el sol,
regresen de nuevo.
Escuche sus gritos
y relea los versos de Bécquer.
OTROS TIEMPOS
Se le llenaban
algunos días
al llegar la tarde,
los ojos de lágrimas.
Dejaba de coser.
La canastilla
en el suelo.
Se levantaba
de la silla
de vieja enea
que reposaba
bajo la higuera,
junto al porche
y al viejo pozo
que con el viento,
azotando su polea,
gemía triste.
Su alma soñadora,
también gemía,
quedito y en silencio.
Tragándose la pena
y entrando dentro
en la cocina...
humilde y oscura,
a preparar la cena.
Después a dormir,
levantarse temprano.
Huerto, animales,
trabajar, coser.
¡Trabajar, trabajar!...
Y un día morir.
La higuera, la casa,
la canastilla el viento,
el marido, los hijos...
El pozo y la polea.
¿Tal vez llorarían
su ausencia...?.
¿Pero... alguien más,
lo haría?
Se le llenaban,
algunos días,
al llegar la tarde,
los ojos de lágrimas...
MARÍA LUISA HERAS VÁZQUEZ -Barcelona-
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