Perdida una batalla, no la guerra,
recupero las fuerzas y me apresto
a una nueva ofensiva; el campo opuesto
tras barricadas débiles se encierra.
Sencilla es mi estrategia; no se aferra
a armamento pesado, que detesto,
sino al rasgo cordial, el leve gesto,
la palabra sutil; cuanto no yerra.
Más que en vigor, poder o griterío,
en mansedumbre y suavidad confío
para prevalecer en estas lides.
Si mi dulce enemiga me asegura
no entender tal idioma, con premura
dejaré el campo libre a sus ardides.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -In memoriam-
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