Estoy esperando, sentado en el salón,
una carta que no llega,
una carta que cambiará mi futuro,
una carta, llena de promesas.
¿Llegará hoy? ¿Y si no llega?
Tendré que seguir esperando
porque en esa carta puse
todas mis esperanzas.
El viejo reloj de péndulo
dio las dos de la tarde.
El cartero ya pasó
y ninguna carta dejó.
Ahora a buscar una ocupación
para pasar el resto del día
sin recordar que la carta
se retrasaba demasiado.
¿Entendí bien el mensaje?
Me anunciaba que recibiría
respuesta en una semana
y ya habían pasado diez días.
Nada ganaba con impacientarme
así que busqué en el periódico
un concierto o una buena película
o un buen espectáculo de magia.
Solo encontré una vieja película
de oeste en la que los buenos
sufren pero al final triunfan
y liberan al pueblo del tirano.
Pero al salir en la pared
de un bar vi el cartel
de un concierto de jazz
en la Casa de la Cultura.
Cambié el salvaje oeste
por el trepidante ritmo
y no me arrepentí del trueque
porque me poseyó la música.
JOSÉ LUIS RUBIO
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