En el encierro más solemne,
indolente penumbra sin luz,
un sudario aterciopelado
impregna el camino misterioso
donde el aire es la pura esencia.
Tornando el fermento en glorioso,
remembranza para renacer
a la vida de una nueva eclosión.
Guarda los secretos apenas percibidos
hasta el último beso, o embriaguez postrera
donde la memoria acude, y ordena un halago
por la tierra que dio origen a su creación.
Mayte Andrade -Benicarló - Castellón-
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