El poeta compositor de sueños a veces, indigente de medios,
método simple y figurado en espejos.
En su penoso pasar encontrar letras y palabras es fabuloso;
a veces, en morral conteniendo paisaje figurado,
griterío de gente, agradable sabor a miel, color gris de pena.
A la luz de la vela dormita y renacen sueños.
En ese establecimiento llamado librería,
calificado en ventas de cuentos,
el género poético libra batalla contra el ogro del veneno.
El vendedor poseído por sus ancestros mantiene en
el escaparte un poemario completo.
Endosar no es fácil cuando se trata de letras.
El poeta comparte y reparte sus versos,
pero un hilo invisible lo hace dueño.
Letras que son bengala de luz viva en sus extremos.
Entuerto que sufre el poeta del cuento siempre que,
sus letras no calan en la piel de quien lo está leyendo.
Y así hoy, camina cabizbajo el poeta,
enfrascado en utopías y sueños,
rendido ante la vida y sorprendido
por el hallazgo de un alumbramiento
de letras por llegar, lleno de color y alas para volar…
Lola Wizner
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