Tras siglos y siglos de respirar
acompasado al ritmo de los tiempos,
una voz me dijo:
"A pesar de que te destrozas la cabeza
contra las paredes de granito de la caverna,
el orgullo no te comerá los ojos.
Deja crecer la rabia de los demás
y calcula el tiempo que te queda por vivir
porque es un moco en una boca de riego.
Me dirijo a ti, a ti
que eres el dios de la nada
y de la paciencia".
Y me dije:
"Loado sea el orgullo y la traición
y la voz de la conciencia que se esconde
entre las piedras de un estercolero
porque el orgullo tiene llagas de gusano".
Y pude continuar siglos y siglos
respirando en la boca de los demás.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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