Llovía torrencialmente,
cuando se decretó lo cancerígeno del agua.
Todos tan secos
y unos pocos embalses casi desbordados.
Con la aclarecida,
generaciones después,
los rayos del sol se advirtieron venenosos.
Todos tan húmedos
y unos escasos bronceados en la playa.
De tapadillo,
entre el embozo de todas las noches,
se ajustó la estadística
entre insurgentes húmedos
y peligrosos secos.
MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO -Madrid-
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