La chica sentada en la puerta
me preguntó que adonde iba
que el puerto estaba cerrado
porque no había barcos navegando.
Un maremoto destructor
hundió toda la flota
y en el puerto solo quedó
un montón de maderas rotas.
Ya nadie sale a pescar
porque no hay aparejos
ni redes, ni ganas de navegar.
Si entra usted en el puerto
solo verá sombras que se mueven
entre los escombros sufriendo.
Lo han perdido todo de golpe:
su trabajo, su ilusión.
El día se le volvió noche.
No hay luz al final del túnel
solo un ruido ensordecedor
que asusta a quien lo escucha.
No vaya usted al puerto, señor,
vuelva otro día cuando hayan olvidado
y haya barcos de nuevo navegando.
JOSÉ LUIS RUBIO
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