Sentir una delicada mano
tibia, imperceptible, recorrer el
cuerpo casi inerte,
descubriendo su
estructura y sintiendo
bajo la piel alada
el duro hueso donde no
llega nunca el amor.
Carne dulce que sí se
empapa del amor verdadero
por la piel secretamente
abierta e invisiblemente
entreabierta,
por donde el roce de la mano
penetra hasta las tibias venas
que ruedan por ellas en su
escondida sangre,
recorren despacio como
sonido puro,
la figura que poco a poco se
desvanece,
ante tanto calor que desde las
manos brota el poder de la
tentación.
Mariana Potosí. -Argentina-
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