Primero se encadenó a las puertas del banco que le estaba amargando su existencia, y al día siguiente junto al Ministerio de Justicia, pero sólo consiguió un cuerpo lleno de moratones. Ahí fue cuando comprendió que las cadenas no eran suficientes, y buscó otra forma para lograr que nadie rompiera los lazos que le unían con la casa que le vio nacer. Esta mañana la comisión judicial, acompañada de un furgón policial, ha ido a su casa para consumar el desahucio pero nadie les ha abierto. Una soga le ha bastado para quedar atado para siempre a su hogar.
MIGUEL MOLINA
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