Corría apresurada
por el campo
huyendo de mis dolencias
que me atraparon.
Me siguieron los fantasmas
del pasado
aquellos que me mantenían
enjaulada.
Pasé por lugares inospitos
junto a cruces de muertos
olvidados
de cuervos sedientos de carroña.
Perseguida por la muerte
ya la desdicha.
Con el luto en mi vestido
sombrío de penas
y de llanto.
Las nubes, pesadas, negras
cargadas del odio y las envidias
se cernían sobre mí.
Y con el último aliento me frené
enfrentándome a mi cruel destino.
Altanera y soberbia
me quedé y sonreí.
Ya nada hubo que hacer
Oh destino cruel
soy tuya, ya te acepté.
Diana Chedel
lunes, 12 de agosto de 2013
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